Capítulo 15
Para que esta carta sea eso, una carta, debería rematarla ya. Pues creo, padre mío, que ya he reprendido cuanto pude a los nuestros, de quienes te quejas, porque murmuran de tu Orden. Y yo también me he defendido ya, pues debía hacerlo, de las falsas sospechas sobre mi proceder.
Mas podría parecer que por no perdonar nada a los nuestros, estoy condescendiendo demasiado con alguno de los vuestros en cosas que no se pueden aprobar. Por eso he creído necesario tratar de algunas cosas más que sé te disgustan. Cuantos deseen ser rectos deberán tener cuidado con ellas, sin olvidar que son cosas que suceden en la Orden, pero que en modo alguno son propias de ella. Todo orden excluye el desorden. Donde encontremos desorden no podremos decir que haya orden.
Pero nadie piense que voy a luchar contra la Orden, sino en su favor; porque no censuro a la Orden, sino los vicios de sus miembros. Estoy absolutamente seguro de que por esto no voy a molestar a nadie si la ama de verdad. Todo lo contrario; me lo acogerán con agrado, puesto que al fin luchamos contra lo que también ellos abominan. Y si alguien se da por ofendido, con ello se descubre a sí mismo de que no ama mucho a su Orden, pues no soporta que se condene su corrupción o sus vicios. Y a éstos les diría aquello de San Gregorio: Es preferible provocar el escándalo a abandonar indefensa a la verdad. Hasta aquí contra los detractores.
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