Capítulo 49
Quienes piensan rectamente no atribuyen estas tres operaciones al libre albedrío, sino a la gracia de Dios en ellos. La primera obra de la gracia es la creación, la segunda la reformación y la tercera la consumación. Primeramente hemos sido creados en Cristo y dotados de libre voluntad. Después Cristo nos transforma en virtud del espíritu de libertad. Y, finalmente, la consumación en Cristo y con Cristo, en la eternidad. Fue preciso que lo que no existía fuera creado en Aquel que existía. Y que lo que estaba deforme fuera reformado por aquel que era la forma. Los miembros alcanzarán su plenitud unidos a su cabeza. Todo ello tendrá lugar cuando lleguemos a ser el varón perfecto, cuando alcancemos la medida que corresponde a la plenitud de Cristo, cuando se manifieste nuestra vida y nos manifestemos también nosotros gloriosos con él.
Según todo esto, la consumación ha de suceder en nosotros y de nosotros, mas no por nosotros. La creación se ha hecho son nosotros. Solamente en la re-formación tenemos mérito, puesto que de algún modo se hace con nosotros, es decir, mediante el consentimiento e nuestra voluntad.
LA INTENCION, EL AFECTO Y LA MEMORIA.-Estos méritos provienen de nuestros ayunos y vigilias, de la continencia y de las obras de misericordia, así como de todas las prácticas virtuosas. Sabemos que mediante ellas nuestro hombre interior se renueva de día en día, a medida que nuestras intenciones -siempre encorvadas hacia los cuidados terrenos- se yerguen poco a poco desde el abismo hasta el cielo. Y nuestros afectos, siempre hambrientos de goces carnales, se robustecen en el amor del espíritu. Por, otra parte, nuestra memoria -manchada por las impurezas de las culpas pasadas- se goza diariamente adorna a de sus nuevas y buenas acciones. En estas tres realidades consiste a renovación interior: en la rectitud de la intención, la pureza de de los afectos y el recuerdo de las buenas obras, que dan a la memoria seguridad y entusiasmo.
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