Advertencia

Este blog ha sido diseñado para que pueda realizarse una lectura, de un texto de San Bernardo, cada día del año. No obstante, en esta fase se unificarán progresivamente los capítulos para que también puedan leerse como pequeños libros completos. Igualmente se añadirán las cartas de San Bernardo, que nos permitirán hacernos una idea cronológica de en qué época y circunstancias fueron hechos tanto los escritos como los sermones (están en un blog aparte)

lunes, 1 de octubre de 2012

LIBRO DE LA GRACIA Y EL LIBRE ALBEDRÍO: CAPÍTULO XLIX


Capítulo 49


    Quienes piensan rectamente no atribuyen estas tres operaciones al libre albedrío, sino a la gracia de Dios en ellos. La primera obra de la gracia es la creación, la segunda la reformación y la tercera la consumación. Primeramente hemos sido creados en Cristo y dotados de libre voluntad. Después Cristo nos transforma en virtud del espíritu de libertad. Y, finalmente, la consumación  en Cristo y con Cristo, en la eternidad. Fue preciso que lo que no existía fuera creado en Aquel que existía. Y que lo que estaba deforme fuera reformado por aquel que era la forma. Los miembros alcanzarán su plenitud unidos a su cabeza. Todo ello tendrá lugar cuando lleguemos a ser el varón perfecto, cuando alcancemos la medida que corresponde a la plenitud de Cristo, cuando se manifieste nuestra vida y nos manifestemos también nosotros gloriosos con él. 
   Según todo esto, la consumación ha de suceder en nosotros y de nosotros, mas no por nosotros. La creación se ha hecho son nosotros. Solamente en la re-formación tenemos mérito, puesto que de algún modo se hace con nosotros, es decir, mediante el consentimiento  e nuestra voluntad. 
   LA INTENCION, EL AFECTO Y LA MEMORIA.-Estos méritos provienen de nuestros ayunos y vigilias, de la continencia y de las obras de misericordia, así como de todas las prácticas virtuosas. Sabemos que mediante ellas nuestro hombre interior se renueva de día en día, a medida que nuestras intenciones -siempre encorvadas hacia los cuidados terrenos- se yerguen poco a poco desde  el abismo hasta el cielo. Y nuestros afectos, siempre hambrientos de goces carnales, se robustecen en el amor del espíritu. Por, otra parte, nuestra memoria -manchada por las impurezas de las culpas pasadas- se goza diariamente adorna a de sus nuevas y buenas acciones. En estas tres realidades consiste a renovación interior: en la rectitud de la intención, la pureza de de los afectos y el recuerdo de las buenas obras, que dan a la  memoria seguridad y entusiasmo.

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