LA UNIDAD DEL ALMA Y DEL CUERPO
Confieso que siento lo mismo sobre aquella unidad a la que honré clasificándola en segundo lugar entre las diversas clases de unidad. En Cristo, el Verbo, el alma y el cuerpo son una sola persona, sin mezclarse las esencias, y subsisten igualmente en su número sin perjuicio de su unidad personal. Tampoco niego que este género de unidad corresponde al mismo que hace del cuerpo y del alma un solo hombre. Nada más oportuno. Porque así el misterio instituido para salvar al hombre, guarda semejanza y parentesco con la constitución misma del hombre. Y nada mejor para que este misterio fuese también congruente con la soberana unidad que es Dios y hay en Dios. Así como tres personas son una misma esencia así, por un oportunísimo paralelismo, tres esencias forman una sola persona. De este modo, puedes cotejar la armonía entre ambas unidades, al contemplar al hombre Cristo Jesús como mediador entre Dios y los hombres. Precioso oportunismo, repito, que el misterio de la salvación responda con ciertas semejanzas a ambas unidades: la del Salvador y la de los salvados. Así, la unidad de Cristo se sitúa entre la de Dios y la del hombre, reconoce superior a la primera y está sobre la segunda.
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