DIOS ES IGUALMENTE CASTIGO DE LOS SOBERBIOS Y GLORIA DE LOS HUMILDES
¿Qué es Dios? Es también castigo de los soberbios y gloria de los humildes. Efectivamente, es como una regla recta de equidad, inflexible e indeclinable, que llega a todas partes. Toda perversión debe estrellarse necesariamente contra él. ¿Cómo no ha de chocar y quebrarse en él todo lo hinchado y retorcido? Desgraciado el que se atraviese en su camino frente a su rectitud intolerante. Nada contraría y repugna tanto a una voluntad inocua como luchar y darse constantemente contra la pared sin conseguir nada. ¡Pobres voluntades, las que siempre se resisten para conseguir solamente el castigo de sus rebeldías! ¿Hay castigo mayor que estar siempre deseando lo que nunca se ha de conseguir y rechazando lo que jamas se puede eludir? No hay con pena mayor que la de no pender sustraerse a este deseo inevitable de querer y no querer, sin poder elegir más que lo perverso y miserable. Nunca alcanzará lo que desea y jamás se librará de lo que rechaza. Justo es que quien nunca apeteció lo que débía, jamás llegue a lo que ardientemente desea.
¿Quién hace todo esto? Nuestro Señor, el Señor recto, que se comporta duramente con los duros de corazón. No podrán ponerse de acuerdo nunca el recto y el depravado; mutuamente se oponen, aunque no pueden dañarse entre sí. De los dos, el que pierde es el depravado: Dura cosa es para ti revolverte contra el aguijón. No es duro para el aguijón, sino para el que se revuelve. Dios es el castigo de los malvados, porque es la luz. ¿Hay algo que odien tanto los espíritus obscenos y viciosos como la luz? Todo el que obra perversamente detesta la luz. ¿Y no podrán esconderse de ella? Jamás. Brilla en todas partes, aunque no para todos. Por que brilla en las tinieblas y las tinieblas no la han comprendido. La luz ve las tinieblas, porque para la luz lucir equivale a ver. Pero recíprocamente las tinieblas no ven la luz, porque las tinieblas no la han comprendido.
Los viciosos son descubiertos para su confusión; pero ellos no pueden ver para que no puedan consolarse. No sólo son delatados por la luz; también son descubiertos en la luz. ¿Por quién o por quiénes? Por todos los que pueden ver, para que aumente su vergüenza ante tantos que los ven. Pero entre todos aquellos que los contemplan, nadie les resulta tan molestos como ellos mismos. Ni en el cielo ni en la tierra encontrarán otra mirada que tanto deseen evitar como la de su propia conciencia tenebrosa. Las tinieblas no pueden contentarse ni en ellas mismas; los que no ven absolutamente nada, se ven en sí mismos. Les acompañarán las obras de las tinieblas y no podrán ocultarlas ni encubriéndolas entre las tinieblas. El recuerdo del pasado es un gusano que no muere nunca. Una vez que se introduce, o mejor, que nace en el alma por el pecado, se agarra a ella fuertemente y jamás podrá ser arrancado. Roe incesantemente la conciencia; vivirá perpetuamente alimentándose de ella como de un pasto inagotable. Me horroriza este gusano voraz y esta muerte en vida. Es horrendo caer en manos del Dios vivo y de la vida siempre agonizante.
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