LOA A LA NUEVA MILICIA TEMPLARIA
GLORIAS DE LA NUEVA MILICIA A LOS CABALLEROS TEMPLARIOS
PRÓLOGO
A Hugo, caballero de Cristo y maestre de su milicia, Bernardo de Claraval, abad sólo de nombre: lucha en noble combate.
Una, y dos, y hasta tres veces, si mal no recuerdo, me has pedido, Hugo amadísimo, que escriba para ti y para tus compañeros un sermón exhortatorio. Como no puedo enristrar mi lanza contra la soberbia del enemigo, deseas que al menos haga blandir mi pluma, e insistes en que os ayudaría no poco, levantando vuestros ánimos, ya que no me es posible hacerlo con las armas.
Hasta ahora lo he diferido, no por menospreciar tu petición, sino para no ser tildado de precipitación y ligereza, por dejarme llevar de mis primeros impulsos. Pensaba también que otro más capaz que yo podría hacerlo mejor y que no debía entremeterme en un asunto de tanto interés y tan vital, para que al final saliera algo mucho menos provechoso. Pero después de esperar en vano tanto tiempo, me decido a escribir lo que yo pueda. Si no, terminarías creyendo que ya no se trataba de incapacidad mía, sino de mala voluntad. Ahora el lector dirá si le he dejado satisfecho. Hice cuanto pude para colmar tus deseos; no será culpa mía si alguien lo tiene que rechazar totalmente o no encuentra lo que esperaba.
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