Capítulo 37
Otras veces parece decirnos la Escritura todo lo contrario: A cada uno le viene la tentación cuando su propio deseo le arrastra y le seduce. El cuerpo mortal es lastre del alma, y la tienda terrestre abruma la mente pensativa. O, como dice el Apóstol: Siento en mis miembros otra ley que repugna a la ley de mi mente, y me encadena a la ley del pecado, que está en mis miembros. Todo esto puede interpretarse como una coacción de la voluntad, por la que se le priva de la libertad. Sin embargo, por muchas que sean las tentaciones interiores y exteriores, la voluntad siempre permanece libre en cuanto a la libertad de elección, y siempre es libre ara juzgar y consentir. Por lo que se refiere a la libertad de deliberación o de complacencia, al tener que luchar contra la concupiscencia de la carne y las miserias de la vida se siente menos libre. Pero nunca es mala mientras no consienta en el mal.
CONFESIÓN DEL APÓSTOL, QUE SE QUEJA DE VERSE CAUTIVO DE LA LEY DEL PECADO: Cuando Pablo se lamenta de sentirse esclavo bajo la ley del pecado, quiere decir, sin duda alguna, que su libertad de deliberación no es perfecta, porque en otro lugar se gloria de tener un consentimiento pleno y de verse plenamente libre para el bien. Así se atreve a decir: Ya no soy yo el que lo realiza. ¿Por qué dices eso, Pablo? Porque: estoy de acuerdo con la ley de Dios, que es buena. Y lo vuelve a repetir: Me deleito en la ley de Dios, según el hombre interior. Como su ojo está sano, confiesa abiertamente que todo su cuerpo es luminoso. Aunque se siente atraído hacia el pecado, o envuelto en miserias, no vacila en proclamar que es libre para el bien mediante la integridad de su consentimiento. Y exclama confiado: No hay, pues, condenación alguna para los que son de Cristo Jesús.
No hay comentarios:
Publicar un comentario