Advertencia

Este blog ha sido diseñado para que pueda realizarse una lectura, de un texto de San Bernardo, cada día del año. No obstante, en esta fase se unificarán progresivamente los capítulos para que también puedan leerse como pequeños libros completos. Igualmente se añadirán las cartas de San Bernardo, que nos permitirán hacernos una idea cronológica de en qué época y circunstancias fueron hechos tanto los escritos como los sermones (están en un blog aparte)

domingo, 2 de septiembre de 2012

LIBRO DE LA GRACIA Y EL LIBRE ALBITRIO: CAPÍTULO XXI


Capítulo 21


       ¿GOZO ADAN EN EL PARAISO DE ESTA TRIPLE LIBERTAD?-Ha llegado el momento de tratar la cuestión que antes diferimos: si el hombre y la mujer poseyeron en el paraíso las tres libertades: de elección, de deliberación y de complacencia. O hablando en otros términos: sobre el pecado, sobre la debilidad y sobre la coacción. Si tuvieron solamente dos de ellas, o una. Sobre la primera no hay lugar a duda, basta recordar lo anteriormente dicho. Existe por igual en los justos y pecadores. Pero debemos también preguntarnos si Adán tuvo las otras dos, o solamente una de ellas. Si no tuvo ninguna de las dos, ¿Que perdió? La libertad de elección la poseyó siempre íntegra, antes y después de pecar: Y si no perdió ninguna, ¿Que desgracia le sobrevino al ser expulsado de paraíso? Si tuvo una de las dos, ¿Cómo la perdió? Porque es cierto que desde que pecó no estuvo ya libre  el pecado ni de la debilidad en toda su vida. Por otra parte, si poseyó realmente alguna de estas tres libertades, jamás pudo perderlas. Porque, en ese caso, su sabiduría o su poder no habrían sido perfectos, como antes explicamos. Pudo querer lo que no era lícito y consentir en lo que no quería. ¿Diremos acaso que no las poseyó plenamente, sino en cierto grado, y por eso pudo perderlas? 
   CADA UNA DE ESTAS DOS LIBERTADES TIENE DOS GRADOS -Ambas libertades tienen dos grados. Uno superior y otro inferior. El grado superior de la libertad de deliberación consiste en no poder pecar. Y el inferior, en poder evitar el pecado. Igualmente el grado superior de la libertad de complacencia consiste en la imposibilidad de turbarse. Y el inferior, en poder evitar la turbación. El hombre recibió en su creación el grado inferior de estas dos libertades, junto con la perfecto libertad de elección. Al pecar se privó de ambas. Pasó de la posibilidad de evitar el pecado al de la necesidad de pecar, al perder totalmente la libertad de deliberación. Y de la posibilidad de evitar la turbación  pasó al de una turbación inevitable, al perder totalmente la libertad de complacencia. Sólo le quedó, para su propia desgracia, la libertad  de elección, por la cual perdió las otras dos. Esta, en cambio, no pudo perderla. Convertido en esclavo del pecado por su propia voluntad se privó justamente de la libertad de deliberación. Y el que era reo de muerte por su pecado, ¿cómo podía conservar la libertad de complacencia?

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