Advertencia

Este blog ha sido diseñado para que pueda realizarse una lectura, de un texto de San Bernardo, cada día del año. No obstante, en esta fase se unificarán progresivamente los capítulos para que también puedan leerse como pequeños libros completos. Igualmente se añadirán las cartas de San Bernardo, que nos permitirán hacernos una idea cronológica de en qué época y circunstancias fueron hechos tanto los escritos como los sermones (están en un blog aparte)

jueves, 27 de septiembre de 2012

LIBRO DE LA GRACIA Y EL LIBRE ALBEDRÍO: CAPÍTULO XLV


Capítulo 45


    Veamos ahora, según la triple manera de obrar de Dios, de que acabamos d  hablar, qué mérito tiene la criatura, según sea su colaboración. ¿Qué puede merecer si se hace por ella y sin ella? ¿Qué consigue si se hace en contra de ella, sino la ira? ¿Y  qué resulta si se hace con ella, sino la gracia? 
   QUÉ MERECE CADA, CRIATURA.-En  el primer caso, no hay méritos; en el segundo, sólo deméritos; y en el último, grandes méritos. Las bestias que utilizamos, a veces, para hacer una cosa buena o mala, ni merecen ni desmerecen: carecen de la facultad de consentir en el bien o en el mal. Y menos aún las piedras, que son insensibles. El diablo o el hombre perverso, que tienen razón y hacen uso de ella, merecen sin duda; pero merecen castigo, porque se oponen al bien. Pablo, en cambio, predica voluntariamente, y teme que, si lo hace contra su voluntad, sea un mero distribuidor de la gracia. Pero todos los que piensan como él, y obedecen con pleno consentimiento, confían que les está preparada la corona de la justicia. Así, pues, Dios se sirve, para salvar a los suyos, de las criaturas irracionales e insensibles, como son el jumento o una herramienta. Estas, acabada la obra, desaparecen. 
     Utiliza también las criaturas racionales, pero malvadas, como una vara de castigo: corrige con ella al hijo, y luego la arroja al fuego, porque ya no sirve. Se sirve de los ángeles y hombres de buena voluntad como colaboradores y compañeros suyos. Y cuando consigue la victoria, los premia colmadamente. Pablo no duda en afirmar de si mismo y de los que actúan como él: Somos colaboradores de Dios. Dios, en su bondad, ha establecido que el hombre consiga méritos cuando quiere hacer alguna obra buena por medio de él y con su consentimiento. Por eso nos creemos colaboradores de Dios, cooperadores del Espíritu Santo y merecedores del reino: porque nos unimos a la voluntad divina mediante el consentimiento de nuestra voluntad.

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