Capítulo 29
El hombre fue creado en el paraíso con esta doble semejanza de la sabiduría y del poder de Dios. No en el grado sumo, sino en otro muy próximo. ¿Hay algo más cercano a la imposibilidad de pecar o turbarse -de que sin duda alguna disfrutan los santos ángel y él mismo Dios- que la posibilidad de evitar el pecado y toda clase de turbación en que fue creado el hombre? De ese estado cayó por el pecado, y nosotros con él: Mas por la gracia recibimos nuevamente no ese mismo grado, sino otro inferior. Ahora no podemos evitar totalmente el pecado y las miserias, pero con la ayuda de la gracia podemos no deJarnos vencer ni por el pecado ni por la debilidad. Dice la Escritura: quien ha nacido de Dios no comete pecado. Pero esto sólo se refiere a los predestinados a la vida. Y no quiere decir que no pequen nunca, sino que no se les imputa el pecado; porque lo expían con una saludable penitencia o lo cubren con la caridad. La caridad sepulta un sinfin de pecados. Y: Dichoso el que está absuelto de sus culpas y a quien le han sepultado sus pecados. Dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito.
DISTINGUE BELLAMENTE LOS DIVERSOS GRADOS DE LAS CRIATURAS RACIONALES. Los ángeles tienen el grado más alto de esta semejanza divina, nosotros el más bajo. Adán tuvo un grado intermedio, y los demonios no tienen ninguno. A los espíritus celestes se les concedió permanecer libres de pecado y de toda clase de miseria. A Adán se le concedió estar libre de ambas cosas, mas no la perseverancia en este estado. Nosotros no podemos estar libres del pecado y de la miseria, pero sí podemos luchar y no sucumbir ante ellos. El diablo y sus secuaces, como no quieren resistir nunca al pecado, tampoco pueden escapar a su pena.
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