O poco te conozco o este pensamiento te ha arrancado ya profundos anhelos. Y exclamarás: ¿Será posible algo semejante? ¿Crees que lo veremos nosotros? ¿Quién me diera vida para verlo! ¿Ah, si contemplara yo a la Iglesia de Dios asentada sobre esas columnas! ¡Ah, si viese a la Esposa de mi Señor en manos de una fe tan grande y confiada a corazones tan puros! Nadie sería más feliz que yo. Nadie más seguro. viéndome rodeado de custodios y testigos como ellos. Les entregaría todos mis secretos sin miedo alguno, les comunicaría todos mis deseos, les abriría toda mi intimidad como a otro yo. Si pretendiera desviarme en algo, no me lo permitirían, me detendrían en el camino, me despertarían del sueño. Su respeto y su libertad para conmigo reprimirían mi orgullo y corregirían los excesos de mi celo. Su constancia y su fortaleza disiparían mis vacilaciones y animarían mis pesimismos. Su fe y su santidad me estimularían a todo lo respetable, a todo lo justo, a todo lo limpio, a todo lo estimable y a todo lo de bueno fama. Pero ahora vuelve tus ojos, mi amado Eugenio, al estado en que se encuentran la curia y la Iglesia; mira cuáles son los afanes de sus prelados, especialmente de los que están a tu alrededor.
Advertencia
Este blog ha sido diseñado para que pueda realizarse una lectura, de un texto de San Bernardo, cada día del año. No obstante, en esta fase se unificarán progresivamente los capítulos para que también puedan leerse como pequeños libros completos. Igualmente se añadirán las cartas de San Bernardo, que nos permitirán hacernos una idea cronológica de en qué época y circunstancias fueron hechos tanto los escritos como los sermones (están en un blog aparte)
domingo, 3 de febrero de 2013
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