Me parece interesante mencionar aquí el caso de nuestro querido Martín, de tan grato recuerdo. Te enteraste en su día, pero no sé si lo recordarás. Siendo cardenal presbítero, fue enviado a Dacia como legado. Volvió tan pobre, que a duras penas pudo llegar a Florencia, por encontrarse sin dinero y sin caballos. Allí el obispo le regaló una cabalgadura con la que llegó a Pisa, donde entonces nos encontrábamos tú y yo. Al día siguiente, creo, le alcanzó aquel obispo, que tenía un pleito, y comenzó a pedir recomendaciones a los amigos. Iba solicitándolas personalmente, hasta que se acercó a Martín. En él confiaba más que en ningún otro. Esperaba que no se hubiera olvidado de su favor, tan reciente. Pero Martín le contestó: Me has decepcionado: ignoraba que tenías un pleito inminente. Toma tu caballo, que está en el establo. Y al instante se lo devolvió. ¿Qué me dices, querido Eugenio? ¿No te parece una anécdota de otros siglos? Un legado que regresa del país del oro sin un gramo, que atravesó la tierra de la plata sin conocerla y que además rechaza inmediatamente un regalo porque lo juzgó sospechoso.
Advertencia
Este blog ha sido diseñado para que pueda realizarse una lectura, de un texto de San Bernardo, cada día del año. No obstante, en esta fase se unificarán progresivamente los capítulos para que también puedan leerse como pequeños libros completos. Igualmente se añadirán las cartas de San Bernardo, que nos permitirán hacernos una idea cronológica de en qué época y circunstancias fueron hechos tanto los escritos como los sermones (están en un blog aparte)
viernes, 1 de febrero de 2013
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