Y, sin embargo, no te aconsejo que seas áspero, sino responsable. La aspereza repele a los débiles y la responsabilidad modera a los superficiales. La primera te haría odioso. y si te falta seriedad, caerías en el desprestigio: el término medio es lo mejor siempre. No me gustaría que fueras excesivamente severo ni demasiado blando. Lo más honroso es una ecuanimidad que nos aleje de la pesadez del rigor y de la familiaridad deshonrosa. En palacio muéstrate como papa; en tu caso, como padre de familia. Que te amen tus criados. y si no, haz que te respeten. Es importante que siempre seas discreto en la conversación, lo cual no está reñido con el gracejo de la afabilidad. Controla tus palabras en todo momento, pero especialmente en la mesa. Tu atuendo más indicado será la gravedad de tu comportamiento, la serenidad de tu rostro y la calma de tu conversación. Los capellanes y los que te acompañan habitualmente en los oficios divinos deberán ser siempre muy dignos. A ti te corresponde elegirlos por su honradez. Todos les servirán, como si lo hiciesen contigo.
Recibirán lo necesario directamente de ti. Se conformarán con que tú mires por ellos y preocúpate de que no les falte nada. En cuanto a lo que pidan los más allegados, trátalo como a otro Giezi. Lo mismo con relación a los porteros y demás oficiales. Y yo creo que ya hemos hablado lo suficiente sobre este punto. Porque me consta que todo lo tienes organizado así desde hace tiempo. ¿Puede haber algo más digno de tu apostolado, más confortable para tu conciencia, más limpio para tu fama y más eficaz como testimonio? Optima norma es aquella que destierra la avaricia no sólo de la conciencia, sino hasta de la calumnia.
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