Advertencia

Este blog ha sido diseñado para que pueda realizarse una lectura, de un texto de San Bernardo, cada día del año. No obstante, en esta fase se unificarán progresivamente los capítulos para que también puedan leerse como pequeños libros completos. Igualmente se añadirán las cartas de San Bernardo, que nos permitirán hacernos una idea cronológica de en qué época y circunstancias fueron hechos tanto los escritos como los sermones (están en un blog aparte)

martes, 19 de febrero de 2013

CONSIDERACIONES. LIBRO V. CAPÍTULO VI



Debemos evitar toda confusión para no atribuirle a la  mera opinión la certeza de la fe o discutir como opinable lo que la fe afirma como cierto e inmutable. Es preciso tener ideas claras al respecto. Toda opinión que afirme algo  categóricamente es temeraria; la fe que pretenda conciliarse con la vacilación es débil; la inteligencia, cuando intenta irrumpir en una verdad sellada por la fe, viola y acecha la majestad de Dios. Muchos evaluaron su opinión como una verdad de la  inteligencia y se equivocaron. Es posible atribuir lo opinable a la inteligencia; pero inteligencia y opinión no pueden  identificarse. ¿Por qué así? Porque una puede equivocarse y la otra no. La verdadera inteligencia no sólo posee la verdad cierta, sino también el convencimiento de que  la posee. 
Cada uno de estos tres medios podemos definirlos así: la fe es como una pregustación voluntaria y cierta de una verdad  aún no manifiesta; la inteligencia es el conocimiento cieno y evidente de cualquier realidad invisible; la opinión es dar por verdadera una cosa, ignorando que es falsa. Por tanto, la fe no puede admitir la menor incertidumbre, ya que pasaría a ser  opinión. ¿en qué se diferencia la fe de la inteligencia? Las dos están al nivel de la certeza absoluta; pero la fe está cubierta con un velo que no encubre a la inteligencia. Además, una vez que entendiste algo con la inteligencia, ya no debes investigar más. Si tuvieras que hacerlo, significa que no lo comprendes. En cambio, nada hay que más deseemos saber como lo que ya  sabemos por la fe. Precisamente llegaremos al colmo de nuestra felicidad total cuando contemplemos nítidamente y sin velos lo que ya tenemos cierto por la fe.

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