Advertencia

Este blog ha sido diseñado para que pueda realizarse una lectura, de un texto de San Bernardo, cada día del año. No obstante, en esta fase se unificarán progresivamente los capítulos para que también puedan leerse como pequeños libros completos. Igualmente se añadirán las cartas de San Bernardo, que nos permitirán hacernos una idea cronológica de en qué época y circunstancias fueron hechos tanto los escritos como los sermones (están en un blog aparte)

domingo, 10 de febrero de 2013

CONSIDERACIONES. LIBRO IV. CAPÍTULO XX


Capítulo 20



Es de lo más extraño. Resulta que los obispos encuentran rápidamente a muchos sacerdotes a quienes entregar las almas. Y no hallan uno sólo a quien confiar sus módicos bienes. Por lo visto son óptimos administradores, porque se consumen por lo más minucioso y descuidan e incluso abandonan lo más importante. Pero tiene una explicación muy sencilla: es que toleramos con más paciencia las pérdidas de Cristo que las nuestras. Diariamente hacemos el más riguroso balance de nuestras economías y desconocemos totalmente los daños del rebaño del Señor. Todos los días se discute con los criados el precio de los víveres y el número de panes consumidos; pero es rarísimo que se convoque una conferencia con los presbíteros sobre los pecados del pueblo. Se cae un asno, y hay quien lo levante; se pierde un alma, y a nadie le preocupa. Es natural, cuando ni siquiera advertimos nuestros continuos defectos. ¿Acaso no nos corroe la rabia, la comezón y la ansiedad por la marcha de nuestras cuentas? ¡Cuánto más tolerable debería ser para nosotros la quiebra material que la del espíritu! Así nos interpela San Pablo: ¿Por qué no sufrís mejor la injusticia de un fraude? 
Mira: tú que enseñas a otros, aprende, si no lo has hecho ya, a preocuparte más de ti mismo que de lo tuyo. Haz que pasen delante de ti, sin poseerte, todas esas realidades que son transitorias, porque para ti no son estables. La corriente del río va excavando su cauce. De la misma manera, el vivir sumergido en las cosas materiales perfora la conciencia. Si por un imposible el torrente pudiese anegar los campos sin dañar los sembrados, podrías confiar en que al familiarizarte con los bienes materiales no se vería perjudicado tu espíritu. Te aconsejo que hagas todo lo posible por no caer en esos atolladeros, adoptando muchas veces la actitud del que no entiende, actuando en otras ocasiones como si no te dieras por enterado y alguna vez como si lo hubieses olvidado.

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