Advertencia

Este blog ha sido diseñado para que pueda realizarse una lectura, de un texto de San Bernardo, cada día del año. No obstante, en esta fase se unificarán progresivamente los capítulos para que también puedan leerse como pequeños libros completos. Igualmente se añadirán las cartas de San Bernardo, que nos permitirán hacernos una idea cronológica de en qué época y circunstancias fueron hechos tanto los escritos como los sermones (están en un blog aparte)

jueves, 14 de febrero de 2013

CONSIDERACIONES. LIBRO IV. CAPÍTULO XXIII



RESUMEN DE LO ANTERIOR Y EPILOGO


Tenemos que cerrar ya este libro, y al acabarlo, quiero epilogarlo repitiendo algo de lo ya dicho y añadiendo algunas cosas que he omitido. Ante todo, considera que la santa Iglesia romana, que presides por voluntad de Dios, es madre de las Iglesias y no señora; que tú no eres señor de los obispos, sino uno de ellos; mejor aún, hermano de los que aman a Dios y uno más entre los que le temen. Por lo demás, considera que debes ser modelo de justicia, espejo -de santidad, ejemplo de piedad, depositario de la verdad, defensor de la fe, doctor de las gentes jefe de los cristianos, amigo del esposo, padrino de la esposa, reformador del clero, pastor de los pueblos, maestro de los que no saben, refugio de los oprimidos, defensor de los pobres, esperanza de los desvalidos, tutor de los huérfanos, protector de las viudas, luz de los ciegos, expresión de los mudos, bastón de los ancianos, venganza de los ofendidos, temor de los perversos, gloria de los buenos, cetro de los poderosos, marullo de los tiranos, padre de los reyes, moderador de la ley, legislador de los cánones, sal de la tierra, luz del mundo, sacerdote del Altísimo, ungido del Señor, dios, en fin del faraón. 
Entiende bien lo que quiero decir. Dios te dará inteligencia para ello,. Cuando pacten entre sí la maldad y el poder, tienes que demostrar que estás por encima de todos los hombres. Enfréntate con los malhechores. Tema el celo airado de tu espíritu el que no respeta al hombre ni se acobarda ante la espada. Tema el poder de tu oración el que desprecie tu exhortación. Aquel contra quien te indignes, piensa que no eres tú, sino el Señor el que está airado contra él. Tiemble quien no te escuche, porque tampoco Dios le escuchará.  
Ya sólo nos queda tratar de lo que está por encima de ti. Y espero hacerlo con la ayuda de Dios en un solo libro. Así acabaré de cumplir lo que te prometí.

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