Hay que descubrir en los espíritus llamados serafines, cómo Dios es capaz de amar cuando no hay razón alguna para amar; pero también cómo es incapaz de odiar nada de cuanto él ha creado. Cómo alienta a sus criaturas para salvarlas, cómo las impulsa, cómo las abraza, cómo las vuelve dignísimas de su amor y las purifica acrisoladamente, consumiendo con su fuego los pecados de su juventud en sus elegidos y la paja de sus ignorancias. Hay que descubrir en los querubines, llamados plenitud de ciencia, que Dios es señor de todo conocimiento y no puede ignorar más que la ignorancia; que es todo luz y no hay en él tiniebla alguna; que es todo ojos y que no puede ser engañado nunca, porque nunca los cierra; que no busca la luz fuera de sí mismo para ser iluminado, porque él es luz y es visión.
Hay que descubrir en los tronos cómo se sienta sobre ellos un juez libre de toda sospecha para los inocentes, que no quiere engañar ni ser engaña o, porque es amor y luz. Jamás interrumpe su audiencia; es única su tranquilidad. Yo deseo ser juzgado por ese rostro en el que siempre brilla el amor y del que están ausentes el error y la turbación. Hay que descubrir en las dominaciones la majestuosa grandeza del Señor, cuyo imperio coincide con su voluntad y tiene como fronteras la universalidad y la eternidad. Hay que descubrir en los principados el principio del que todo procede; a la manera como una puerta gira sobre sus goznes, así es gobernado por Dios el universo.
Hay que descubrir en las potestades con qué poder protege Dios a los mismos seres que domina, venciendo y arrojando lejos a todo poder adverso. Hay que descubrir en las virtudes que él es fuerza presente por igual en todas partes, por la cual existen todos los seres; cómo es vivificante, eficaz, invisible e inmóvil. Y sin embargo lo encamina todo hacia su meta y lo domina con fortaleza; cuando su fuerza irrumpe en la naturaleza y produce efectos menos frecuentes para los mortales, los llamamos milagros o portentos. Por último, hay que descubrir en los ángeles y arcángeles la verdad y la verificación de aquellas palabras: A él le interesa nuestro bien, pues no cesa de alegrarnos con las visitas de seres tan grandes y admirables, instruyéndonos con sus revelaciones, previniéndonos con sus sugerencias y consolándonos con su asistencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario