Advertencia

Este blog ha sido diseñado para que pueda realizarse una lectura, de un texto de San Bernardo, cada día del año. No obstante, en esta fase se unificarán progresivamente los capítulos para que también puedan leerse como pequeños libros completos. Igualmente se añadirán las cartas de San Bernardo, que nos permitirán hacernos una idea cronológica de en qué época y circunstancias fueron hechos tanto los escritos como los sermones (están en un blog aparte)

viernes, 4 de enero de 2013

CONSIDERACIONES AL PAPA EUGENIO. LIBRO TERCERO. CAPÍTULO VIII


Capítulo 8

Los mezquinos apelan contra los honrados para ponerles trabas a su rectitud, y éstos, por temor a la severidad de tus sentencias, se acobardan y desisten. También se apela contra los obispos para intimidarles en las causas de disolución o de impedimentos matrimoniales o por su ilicitud. Se apela contra ellos para coaccionarlos, y así pasan por alto rapiñas, robos, sacrilegios y delitos análogos. Se apela contra ellos para que a los infames e indignos se les concedan oficios y prebendas eclesiásticas o no se les remueva. ¿No se te ocurre ningún remedio a tanta calamidad? Por lo menos, que no sirvan para causar la muerte de unas instituciones que se crearon para evitarla. 
El Señor se encendió de ira por el celo de su casa, convertida en cueva de ladrones. Tú, su ministro, ¿serás capaz de tolerar que el asilo de los desgraciados acabe siendo un arma poderosa para que domine  a iniquidad? ¿No ves cómo todos hacen el papel de oprimidos y se dan prisa en apelar, no para defenderse  sino para atropellar a otros? ¿Qué injusticias se ocultan en todo esto? Tú debes meditarlo en tu consideración. Yo no tengo por qué explicártelo. ¿Y por qué -me preguntarás quizá- no acuden a mí los que son víctimas de una apelación injusta, para probar su inocencia y dejar desarmada a la maldad?  Yo te respondería con sus propios comentarios: No queremos luchar inútilmente. Es la misma curia quien favorece más a los que así apelan, e incluso fomentan este estilo de apelaciones. Para perder en Roma es preferible perder sin movernos de casa.

San Bernardo de Claraval

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