Capítulo 4
Yo me pregunto quién vive hoy así. Se impuso algo totalmente distinto; el estímulo ha girado en dirección opuesta y ojalá hubiera sido para superarles. No es que haya desaparecido el afán, la ansiedad, la emulación y la inquietud; no han disminuido, pero han cambiado de objeto. Soy testigo de que no regateas más que antes los gastos. Mas la diferencia se ve claramente en su empleo tan diverso. ¡Gran abuso! Son muy pocos los que atienden a tu voz de legislador, pero casi todos se fijan sólo en tus manos. Y con razón: porque ellas administran los bienes pontificios. ¿Puedes citarme entre todos los habitantes de esa gran Urbe uno solo que no te haya acogido como papa por algún favor recibido o por la esperanza de conseguirlo? Cuanto más alardean de ser siervos tuyos, mayor es su comezón por el ansia de poder. Prometen fidelidad y se valen de su influencia para atropellar más libremente a quienes se fían de ellos. Dan por hecho que nunca deberían ser excluidos del consejo que necesitas y pretenderán entrometerse en cualquier secreto. Si tienen que esperar a la puerta de palacio porque se retrasa unos minutos el portero, no quisiera estar yo en su lugar. Por estos detalles verás que conozco algo las mañas de esa gente. Son especialmente sagaces para urdir el mal e incapaces de practicar el bien. Se han hecho odiosos al cielo y a la tierra, porque contra ambos atentaron. Impíos para con Dios, temerarios con lo más sagrado, enemigos entre sí, rivales de sus prójimos, inhumanos con los extraños, no son amados por nadie porque a nadie aman, y aunque desean ser temidos por todos, a todos deben temer.
Son los que no toleran obedecer ni saben mandar, desleales a los superiores e insoportables para los súbditos. Descarados para pedir y altaneros para denegar. Importunos con tal de conseguirlo todo, inquietos hasta que lo reciben, desagradecidos cuando lo alcanzan. Sus lenguas aprendieron a soltar grandiosidades, pero sus obras son ridículas. Lo prometen todo y no cumplen nada. Son empalagosos para adular y cáusticos para difamar, candorosísimos en su disimulo y taimados en su traición. He pormenorizado tanto, con la intención de ponerte sobre aviso acerca de lo que tienes junto a ti.
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