Capítulo 9
Te confieso que yo me inclino a darles la razón. Entre tantas apelaciones que hoy se interponen, ¿podrías citarme un solo caso en que se restituya un céntimo por los gastos de viaje a quien se le ha llevado injustamente a un juicio de apelación? Sería un milagro que en tus tribunales se haga justicia con todos los apelantes cuando se resuelven en su favor y con todos sus contrarios cuando se les declara reos. Amad la justicia los que regís la tierra.
De poco sirve cumplir con la justicia sin amarla. Los que la cumplen se limitan a cumplirla; los que la aman se desviven por ella. El que ama la justicia la busca sin descanso y corre tras ella. Por eso persigue tú toda injusticia. No tengas nada en común con quienes van a las apelaciones como a una cacería. Es bochornoso. Pero podríamos evocar el reclamo pagano, convenido ya en refrán: Hemos soltado dos gruesos ciervos. Hablando llanamente, se trata de una bufonada vacía de todo sentido de Justicia.
EL ABUSO DE LAS APELACIONES
Si tú realmente amas la justicia, no puedes apasionarte por las apelaciones. En todo caso, te limitarás a tolerarlas. Por otra parte, ¿de qué les sirve a las Iglesias de Dios tu entrega personal a la justicia, cuando de hecho prevalece la sentencia de otros que no piensan como tú? Pero de esto ya trataremos cuando abordemos el tema de las circunstancias que te rodean.
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