Veo que me he metido en un lugar oscuro y en una materia espinosa. No sé ni cómo empezar a manifestarte mis sentimientos. Presiento claramente lo que va a suceder. Todos protestarán de que planteo algo insólito, pero no pueden negar que es justo. Yo diría que ni siquiera es insólito. Porque si estuvo en vigor y con el tiempo pudo caer en desuso, el hecho de volver a cumplirlo no debe concebirse como una novedad. Podría negarse que ha sido una costumbre establecida lo que solo se ha realizado una vez. Pero no, si se ha practicado con frecuencia. En seguida te diré a qué estoy refiriéndome, aunque no servirá de nada. ¿Por qué? Porque desagradará a los sátrapas, que hacen más la corte al poder que a la verdad.
Antes que tú había pastores en la Iglesia que se entregaron de lleno a las ovejas, gloriándose del nombre y del oficio de pastor. Nunca creyeron indigno de sus personas nada que juzgasen oportuno para el bien de los suyos. No buscaron sus propios intereses y se desvivieron por su rebaño. Le entregaron su trabajo, sus bienes y se entregaron a sí mismos. Así lo confiesa uno de ellos: Y me desgastaré yo mismo por nosotros. Este fue su lema: No hemos venido para ser servidos, sino para servir. Siempre que podían, anunciaban el Evangelio, ofreciéndoselo de balde. Sólo buscaban este sueldo, esta única gloria, esta única satisfacción: prepararle al Señor un pueblo bien dispuesto. Y lo procuraban con todas sus fuerzas, con grandes sufrimientos de cuerpo y alma, muertos de cansancio y de penas, con hambre y con sed, con frío y sin ropa.
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