Capítulo 7
Dirás que te mando apacentar escorpiones y no ovejas. Razón de más para que lo intentes, pero con tu persuasión; no con las armas. ¿para qué vas a tomar de nuevo la espada, si ya una vez te mandaron envainarla? Con todo, si alguien negase que es tuya, creo que no ha comprendido bien la palabra del Señor: Mete la espada en su vaina. Porque repito que es tuya puede ser desenvainada quizá con tu consentimiento, aunque no por ti mismo. Si no fuese tuya en ningún sentido, cuando los apóstoles le dijeron al Señor: Aquí hay dos espadas, no hubiera respondido: Ya basta, sino: sobran. Por tanto, la Iglesia puede poseer las dos espadas, la espiritual y la material. Esta para que la defiendan y la otra para usarla ella misma; una la esgrime únicamente el sacerdote, y la segunda el militar con el consentimiento del pontífice y por orden del emperador. De esto ya traté en otro lugar. Tú empuña ahora la que has recibido para herir; hiere para salvarlos, si no a todos o a muchos, al menos a los que puedas.
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