Advertencia

Este blog ha sido diseñado para que pueda realizarse una lectura, de un texto de San Bernardo, cada día del año. No obstante, en esta fase se unificarán progresivamente los capítulos para que también puedan leerse como pequeños libros completos. Igualmente se añadirán las cartas de San Bernardo, que nos permitirán hacernos una idea cronológica de en qué época y circunstancias fueron hechos tanto los escritos como los sermones (están en un blog aparte)

lunes, 7 de enero de 2013

TRATADO DE LAS CONSIDERACIONES AL PAPA EUGENIO. LIBRO TERCERO. CAPÍTULO XI


Capítulo 11

Voy a poner algunos ejemplos. Cierta persona se había desposado oficialmente con su prometida. Llega el gran día de sus bodas. Todo estaba preparado y asistían muchos invitados. Bruscamente irrumpió en gritos de apelación uno de los presentes, que deseaba la mujer del novio, alegando su propio derecho a casarse con ella por haberse prometido anteriormente a él. Pasmado el novio y asombrados todos los asistentes, el sacerdote vacila en seguir adelante, y con toda la fiesta preparada, cada cual se vuelve a su propia casa a comer. Quedó así la novia privada del derecho a la mesa y al lecho de su marido, mientras no se resolviese el asunto en Roma. Esto sucedía en París, noble ciudad y corte real de Francia. 
En la misma ciudad, otro desposado ya con su novia, fijó la fecha de boda. Inventan una calumnia, afirman que no pueden casarse y llevan la causa a los tribunales eclesiásticos. Sin esperar a que se dictase sentencia, sin causa ni razón, apelan a Roma con la única intención de dar largas y demorar las nupcias. Pero el interesado no se resignó a que sus gastos fueran baldíos ni a vivir más tiempo sin la compañía de su mujer tan amada y, despreciando o fingiendo ignorar la apelación, consumó todos sus propósitos. 
¿Y lo que sucedió con un joven de Auxerre? Muerto su santo obispo, los clérigos se dispusieron, según costumbre, a la elección del sucesor. Pero intervino un joven, que apeló oponiéndose a que la realizaran mientras él no fuese a Roma y regresara. Ni siquiera cursó la apelación. Y al ver que todos se mofaban de él por su absurda apelación, se confabuló con otros, y tres días después de haber hecho los clérigos la elección, procedió a su propia designación.

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