Advertencia

Este blog ha sido diseñado para que pueda realizarse una lectura, de un texto de San Bernardo, cada día del año. No obstante, en esta fase se unificarán progresivamente los capítulos para que también puedan leerse como pequeños libros completos. Igualmente se añadirán las cartas de San Bernardo, que nos permitirán hacernos una idea cronológica de en qué época y circunstancias fueron hechos tanto los escritos como los sermones (están en un blog aparte)

domingo, 13 de enero de 2013

TRATADO DE LAS CONSIDERACIONES AL PAPA EUGENIO. LIBRO TERCERO. CAPÍTULO XVII


Capítulo 17

Finalmente, ¿piensas que te es lícito amputar a las Iglesias sus miembros, cambiar el orden establecido y variar caprichosamente los límites señalados por tus antecesores? Si la Justicia consiste en dar a cada uno lo suyo, quitárselo siempre será una injusticia. Te equivocas si crees que por ser tu potestad apostólica la suprema autoridad, es también la única establecida por Dios. Disentirías de aquel que dijo: No existe autoridad sin que lo disponga Dios. Por eso añadió: El insumiso a la autoridad se opone a la disposición de Dios. El se refiere principalmente a tu autoridad, pero no exclusivamente. Por ello prosigue diciendo: Sométase todo individuo a las autoridades superiores. No dice superior. Y refiriéndose a una sola persona, sino superiores, porque se trata de muchos. 
Así que no sólo tu poder viene del Señor, sino también el de las autoridades intermedias e inferiores. Y como no se debe separar lo que Dios unió, tampoco se debe equiparar lo que mutuamente subordinó entre sí. Engendrarías un monstruo si, arrancando un dedo de una mano, lo cuelgas de la cabeza; lo harías superior a su mano e igual a su brazo. Lo mismo sucedería si en el Cuerpo de Cristo distribuyeses sus miembros modificando la disposición que él estableció. A no ser que tú prescindas de que fue Cristo quien puso en la Iglesia a unos como apóstoles, a otros como profetas, a otros como evangelistas, a otros como maestros y pastores, con el fin de equipar a los consagrados para los diversos ministerios y construir el Cuerpo de Cristo. 
Este Cuerpo es el que San Pablo te describe, con su lenguaje verdaderamente apostólico, en perfecta armonía con su cabeza, Cristo. De él viene que el Cuerpo entero, compacto y trabado por todas las junturas que lo alimentan, con la actividad peculiar de cada una de las partes, vaya creciendo como cuerpo, construyéndose él mismo por el amor. Líbrate bien de menospreciar esta ordenación, so pretexto de que sólo se organizó para este mundo, que su modelo ejemplar está en el cielo. Ni siquiera el Hijo puede  hacer nada de por sí; primero tiene que vérselo hacer a Padre. A él van dirigidas especialmente estas palabras  que escuchó Moisés: Ten cuidado de hacerlo todo conforme al  modelo que se te ha mostrado en el monte.

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